Para hacer el proyecto, me puse a buscar información general que completara la que ya tenía; es decir, que intenté hacerme con algo en lo que fijarme o, admitámoslo, algo que copiar, y es posible hallarlo en internet si se busca, por ejemplo, “proyecto restauración muralla”. Mucho no es más que información puntual divulgativa sin relevancia técnica ni ideológica, pero echándole media horita se pueden encontrar cosas útiles. La urgencia del trabajo me hizo dirigirme especialmente a documentos acabados, es decir, proyectos más o menos completos. Uno interesante para lo más instrumental es este pdf sobre un tramo de la muralla de Huesca, que además nos ofrece un precedente para obviar la aplicación del CTE en una obra de restauración, algo ciertamente delicado. O este de Caravaca de la Cruz, en el que sí aparece memoria justificativa del cumplimiento o no de las diferentes partes del CTE. O este de Jerez de los Caballeros (y este, este, este y este), extensísimo. También es posible encontrar cosas sobre planes directores (no mucho), informes arqueológicos, estudios históricos; vamos, que hay para entretenerse. Me interesaron este viejo artículo sobre las murallas de Niebla y esta actuación sobre la muralla de Ronda, porque las decisiones tomadas fueron verdaderamente arriesgadas (no digo ni buenas ni malas, de momento), y me pueden servir de referencia si alguna vez hay que hacer algo parecido en el castillo del pueblo (sobre restauración de monumentos hechos con tierra hay cada vez más información disponible, mucha de ella todavía teórica).
La información previa con la que contaba eran muchas fotos (poco sistemáticas), y un levantamiento gráfico en autocad (marca registrada) del castillo y una buena parte de la muralla que realizó tiempo atrás el delineante Jesús Castejón, gracias a un programa de colaboración docente en el que me introdujo un amigo, y que me ha resultado bastante útil aunque haya tenido que retocarlo, para componer y ajustar mejor las dimensiones y las proporciones, y realizar yo mismo una parte de la cara intramuros (sólo se hizo la extramuros, pero a distancia y con el único apoyo de fotografías, pese a lo que el resultado fue más que digno, algo que sinceramente agradezco a su autor; hay que repensar si de verdad son tan necesarias las tecnologías más actuales de láser, drones y tal, cuando unas buenas fotos, con un poco de cabeza y un programa de ensamblaje -para 2D o incluso para 3D-, ofrecen buenas alternativas). La documentación histórica, como es habitual, prácticamente no existe, aunque para una actuación de urgencia como la nuestra me parece más relevante la observación, el sentido común y la mesura que intentar justificar las decisiones de otra manera.
Y también contaba con la memoria valorada que, al menos, me evitaba partir de cero en la reflexión sobre la solución del problema: proponía reconstruir la hoja exterior del tramo de muro sobre el que se va a actuar. Sé que esto de las reconstrucciones es delicado, se ha utilizado discrecionalmente y sin necesidad, y a veces los resultados son muy discutibles. No me gusta lo que acaban de hacer en la muralla de Cuéllar, donde quedaba lo suficiente de los lienzos originales como para que no hiciera falta poner almenas nuevas por doquier, y se han cargado el carácter del monumento; en cambio, en Urueña, donde se pusieron a reconstruir (o a “restaurar”) la muralla hace muchos años, ahora parece todo auténtico y la gente se lo cree. Pero la fragilidad (relativa, porque todo el mundo dice que ya lo ha conocido así) del material que está a la intemperie en Palenzuela, ese núcleo de cascotes, gravas y tierra suelta, apenas permite otra alternativa que poner algo por delante y por encima. Y así lo expliqué en el proyecto.