Hace poco más de un mes (el día 16 de noviembre) se resolvió la primera fase del Concurso de Arquitectura de la Fundación Richard H. Driehaus. Esta institución, creada por la persona que le da nombre, se ha propuesto, según la presentación de dicho certamen, “promover la práctica de una arquitectura y un urbanismo que preserven y den continuidad a las tradiciones locales”, para lo que se “premiarán y difundirán propuestas que trabajen en base a su tradición arquitectónica local y su particular identidad y que contribuyan a generar una estructura urbana más bella, coherente, sostenible y socialmente integradora”. Para saber más sobre la fundación, se puede entrar en su web (que está en inglés). Y en la del propio concurso para conocer de primera mano sus entresijos y las bases. Baste decir que entre los organizadores figuran los ministerios de fomento y educación, y el consejo superior de los colegios de arquitectos de España, para otorgar un voto de confianza a la iniciativa.
La primera fase consistió en la novedosa acción de atraer a posibles candidatos a ser el escenario o el objetivo del concurso: los destinatarios de ella eran fundamentalmente instituciones (municipales) que tenían que autopresentarse y promocionarse, ofreciendo una propuesta que cumpliera las condiciones de las bases. Hubo hasta noticias en prensa dando publicidad a la idea. Tras enterarme por casualidad de la convocatoria del concurso (y de la existencia al mismo tiempo de la fundación) se me ocurrió un pequeño pueblo, Tabanera de Cerrato, de unos 100 habitantes, en el que llevo trabajando poco más de un año, que podría ajustarse bien al perfil de lo que se pedía: arquitectura tradicional, apoyo ciudadano, posible impacto en la comunidad. En este pueblo existe un trozo (lo llaman barrio de abajo) que se abandonó hace décadas y hoy es una extensión de ruinas en donde la vegetación confunde las parcelas particulares con el viario público, que carece de cualquier tipo de urbanización. Como un pequeño pueblo fantasma, aunque en mitad de la comarca del Cerrato palentino en vez del desierto de Nevada. En los últimos tiempos, el ayuntamiento y las gentes del lugar han fijado sus ojos en esa zona, y no se resignan a que se termine de perder, aunque no va a ser nada fácil actuar ahí por el propio estado de las ruinas, muy estropeadas, y por el régimen de propiedad, siendo las parcelas de gente particular, a la que imagino que será muy difícil localizar en algunos casos, por cuestiones de herencias y tal; seguramente haya solares que pertenezcan hoy a gentes que no han pisado el pueblo en su vida.
Bueno, el caso es que propuse al ayuntamiento la participación del pueblo en esa primera fase del concurso, que podría suponer un impulso publicitario para el municipio y el propio barrio, con la finalidad de atraer la atención de quienes tienen la posibilidad (económica) de ayudar en la tarea. Y este aspecto es muy importante. Porque la segunda fase (el concurso de ideas propiamente dicho) consiste en, una vez decididos los tres emplazamientos, la convocatoria en sí para que los arquitectos presenten sus proyectos. Y los ganadores (los autores de las propuestas) recibirán un premio, pero las bases explican claramente que los patrocinadores del concurso no asumen los costes de la ejecución, que eso es cosa de los municipios. Y no me parece ni mal ni bien; es algo que está ahí, simplemente; lo dicen las bases, y ya está. Pero da la sensación de que los medios de comuniciación, o no se han leído las bases, o no las han entendido, o directamente han preferido ofrecer un titular equívoco. Porque cuando se ha resuelto la primera fase lo que se ha transmitido a la gente es: nuestro pueblo ha ganado un concurso que rehabilitará tal o cual, o un millonario filántropo restaurará esto o lo otro. O sea, algo que nos cae llovido del cielo, como aquí, aquí o aquí. Y si ya me parece mal que el viandante no esté bien enterado de lo que puede o no puede pasar, sería mucho peor que las administraciones afectadas (cada uno de los tres municipios) no supiesen que tienen un importante y difícil trabajo que hacer, que empieza ahora precisamente, y que es encontrar los fondos suficientes para hacer realidad su proyecto. Y conociendo nuestra idiosincrasia, mucho me temo que al final todo se quede sobre el papel, o a medio hacer. Y la ilusión que pueda haberse generado caiga en saco roto.
Mi propuesta, aunque no ganó, parece que gustó al jurado (o eso dijeron, pero no sé hasta qué punto). El problema fue que la intervención inicial era fundamentalmente de mejora del espacio público, hacer visitable el barrio de abajo con la mínima intervención. Y eso no iba a ser muy visible después. Incluso se nos sugirió que introdujéramos un elemento de nueva construcción (un edificio), cosa que hicimos, aunque de muy pequeña escala y en una zona casi residual, porque no hay parcelas de propiedad municipal. Pero no fue suficiente, y los seleccionados fueron pueblos en los que las propuestas tenían un componente visual y una presencia mucho más potentes, y se podía intervenir en amplias zonas que pertenecen a los ayuntamientos. En cualquier caso, Tabanera sigue intentando “rescatar” el barrio de abajo, y sigo dándole vueltas al asunto, con la idea de enlazarlo con el pequeño pero bien conservado barrio de bodegas del pueblo, como conjuntos singulares de patrimonio etnológico. Espero poder contar algo en breve.
También estaré pendiente de la segunda fase del concurso. No para presentarme, porque es de suponer que la convocatoria, internacional, atraiga gente mucho más capaz que yo de hacer cosas interesantes (y sobre todo de saber venderlas gráficamente), y también es verdad que tengo asuntos más urgentes que atender. Pero veremos si de aquí a un año, cuando ya se haya terminado todo y, en teoría, se esté trabajando en hacer realidad los proyectos ganadores, hay noticias concretas o todo está sumido en un profundo olvido.