Restaurar una muralla (I)

Hace tiempo escribí una entrada sobre la muralla, o cerca, de Palenzuela. Expuse algunas reflexiones generales, una somera descripción del estado de la construcción, y también mis temores sobre cómo podría meterse mano a algo tan comprometido. Al final, el informe que iba a redactar se quedó sólo en intención, pero sí que va a hacerse realidad de forma inmediata una restauración parcial de un trozo (o dos) del muro. O al menos así he querido llamar al proyecto, “restauración” (de urgencia), aunque al final haya prevalecido otro nombre (ahora lo veremos). Y para no olvidarme de los pasos que se han ido dando, y por si a alguien le resulta de utilidad (humildemente), tengo este pequeño rincón de pensamientos.

Uno de los trozos de muralla sobre los que se va a actuar.

Uno de los trozos de muralla sobre los que se va a actuar.

Primero, creo interesante dar algunos detalles de cómo se ha conseguido el dinero. Lisa y llanamente, por insistencia. Durante un tiempo, el ayuntamiento se dirigió a la administración autonómica y, ante las negativas, se recurrió después a la provincial. Siempre con el argumento de que el muro hace de tapia del cementerio, y su mal estado suponía peligro. No sé si ya con un acuerdo verbal previo, se envió una memoria valorada, presupuestándose en unos 10.000 euros la “reparación”; así se tituló la memoria, así se concedió la ayuda y, pese a mis intentos, así ha entrado y salido de la comisión de patrimonio; no sé si tendrá algo que ver con las definiciones de la ley de contratos del sector público, artículo 122; a veces una palabra puede servir de excusa para que alguien decida entre el bien y el mal. Lo de los 10.000 y pico euros, pues tampoco sé si es una cifra ya acordada de palabra con antelación, o el resultado matemático de la multiplicación de medición por precio unitario; si fuera esto último, no habría estado mal subir algo más. La memoria se ciñó a dos trozos de la muralla que lindan con el cementerio (los que le dijeron desde el ayuntamiento a la arquitecta de la mancomunidad que la redactó), y no hacía ninguna referencia a la categoría monumental del elemento: se planteó todo con hormigón y cemento blanco, sin distinciones entre una u otra parte, y obviando el paramento intramuros (cuestiones de propiedad sobre las que volveré).

El otro trozo, en imágenes de hace unos tres años.

El otro trozo, en imágenes de hace unos tres años.

En cualquier caso, antes del verano ya se tenía el dinero concedido (diputación pone sobre un 80%, el resto es del ayuntamiento), y un presupuesto de unos albañiles del pueblo. Y entonces alguien debió de pensar si habría que consultar con patrimonio, por si acaso. Así se hizo, y la respuesta fue bastante desagradable para el consistorio: claro que había que consultar antes, y era obligatorio presentar un proyecto a la comisión territorial y esperar a ver si le daban el visto bueno. Y en este momento es cuando entro en escena. Hasta ahora yo no había hecho más que ver el asunto desde fuera, vigilante; intentando intervenir siquiera un poco cuando ejecutaran la obra; dejando caer que, quizás, sería interesante hacer más hincapié en que se pretendía restaurar un monumento y no simplemente parchear una tapia; sin insistir en el tema de la pertinencia de un proyecto de los redactados por “técnico competente” (consciente de las apreturas de casi todo pequeño municipio). Pero en plenas vacaciones de agosto, ante la llamada municipal, no podía hacer otra cosa más que ofrecerme a ello, sin pedir contraprestación ninguna. Por querencia hacia el pueblo y porque ahora sí, por fin, estaba ante mí el primer proyecto al que podía llamar inequívocamente “de restauración”. Aunque tenía que hacerlo a toda prisa, ciñéndome no a las necesidades de intervención, sino al dinero disponible (como suele suceder), y sin tener la seguridad de si realmente iba a servir para algo, o únicamente para pasar el trámite administrativo.

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AR&PA 2014

Como hace más de dos años, aprovecho el evento de referencia del mundo de la restauración (la restauración de verdad) en Castilla y León (¿seguro?) para retornar a esta pequeña caja de reflexiones, que se va llenando con más lentitud de lo que la ilusión inicial me hizo concebir; pero eso ahora no viene al caso. La bienal ha vuelto al mes de noviembre y ha cambiado de lugar. Ahora está más lejos del centro; el escenario es el centro cultural Miguel Delibes, no pensado para cosas de este tipo, pero que en general ha respondido aceptablemente, salvo por la irregularidad en la distribución del calor y por la inicial sensación laberíntica para encontrar algunas de las salas (se utilizaron muchos espacios auxiliares y secundarios para las diferentes actividades). Y otra novedad ha sido la gratuidad de la entrada: ya no es necesario acreditarse de ninguna manera para esquivar la taquilla.

Vestíbulo del centro cultural Miguel Delibes, ocupado por algunos de los expositores.

Vestíbulo del centro cultural Miguel Delibes, ocupado por algunos de los expositores.

El congreso propiamente dicho (titulado, con la mayor inconcreción posible, “Sociedad y Patrimonio” y con menos comunicaciones que nunca), que tuvo lugar en una de las tres salas grandes del centro, mostró la imagen más desangelada que he visto desde que empecé a asistir. Probablemente no llegaron ni a medio centenar los que acudieron a las que creo fueron las charlas con más éxito de congregación: la del codirector de Atapuerca, Arsuaga, y la del director de la serie “Isabel”, Frades (tampoco estuve en todas, no sé si la clausura fue más concurrida). Y las restantes, incluso con ponentes y comunicantes llegados del extranjero, no superaron en mucho las diez personas. Es más que evidente que el interés de AR&PA ya no está en el congreso, que fue la base intelectual y el “núcleo duro” de lo que nació en 1998 como feria de restauración de arte y patrimonio, y que la línea acelerada de apertura y simplificación que decidió tomarse años después va teniendo sus consecuencias.

Sala donde tuvo lugar el congreso; no se llenó mucho más.

Sala donde tuvo lugar el congreso; no se llenó mucho más.

Las empresas que participaron (distribuidas en general en dos secciones: negocio e innovación) también disminuyeron respecto a la edición anterior. No sé si los miniexpositores dedicados a pueblitos, asociaciones y pequeñas iniciativas fueron más o menos que otros años. Pero las instituciones permanecen, porque son las que lo promocionan. Y también los talleres de Patrimonio Nacional, siempre fieles (y de lo más vistoso, ahora que ya dejaron de venir cosas como las pistolas láser para limpiar piedra, por ejemplo). Las actividades para niños son cada vez mayores y más variadas (que es bueno, no digo que no), y el tiempo dirá si su resultado, además del entretenimiento, es la futura asistencia de congresistas (o siquiera de curiosos de estas cosas).

Para terminar, una mínima reseña de lo que me pareció más interesante. El estudio para la accesibilidad de la catedral de Segovia (no sólo cosas de rampas y eso, sino mucho más); las restauraciones de una ermita en la provincia de Almería (lástima la escasísima asistencia) y otra en la de Palencia (lástima el exceso); la de las bóvedas de la catedral de Cádiz; una idea de juego con realidad aumentada y virtualidad (y en general todos los vertiginosos avences en reproducción virtual del patrimonio, aunque esté al alcance de tan pocos), y algunas presentaciones sobre cal y arcilla. Indagaré un poco más en ello. Seguro que habría encontrado más cosas de interés (aunque los títulos de conferencias, seminarios y “workshops” a veces son engañosos y prometen más de lo que cumplen), pero los desfases de horarios y las coincidencias en tiempos no daban más opción. Y la saturación tampoco; cuatro días seguidos cansan.

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Terminado y funcionando (V)

La última operación “grande” (por así decirlo, ya que no lo era tanto) fue la retirada de unos escalones de piedra que servían de arranque a la subida a las plantas superiores; era necesario hacerlo porque estrechaban el espacio precisamente donde menos anchura existía. Además, la decisión supuso también un pequeño cambio en la percepción general del lugar, al dar algo más de amplitud volumétrica a la planta baja (o así me lo parece). También el recorrido lo exigía. La idea de quitar los escalones estaba proyectada desde el principio, pero no la de sustituirlos por alguna otra cosa, como al final se hizo (lo veremos en la próxima entrada). Claro, la intención primera solamente estaba en el piso bajo, y dificultar la subida a los altos, a los que se quería restringir el acceso, lo que hacía era precisamente ayudar. Pero cuando cambió el concepto y la planta alta entró dentro de lo visitable, el quitar los escalones obligaba a incluir otros en alguna parte. Incluso había más escalones de piedra (en una posición que no estorbaba) cuya excesiva altura también nos forzaba a buscar alguna solución para, al menos, hacer el ascenso mejor que antes de la intervención en el edificio, tal y como la normativa de accesibilidad exige en los inmuebles no convertibles.

Vista general del espacio terminadas las obras.

Vista del espacio terminadas las obras, y quitados los escalones de piedra para subir al "podio".

Una de las cosas que en ese momento no consideré importante (y de lo que ahora me arrepiento) fue la limpieza del suelo de piedra. Hay zonas en las que se cayó pintura o barniz hace años, y aunque en el momento de las obras parecía algo irrelevante, una vez terminado todo y montada la exposición se nota mucho más. Seguramente con un cepillo de púas se podía haber hecho algo; o quizás hubiera sido necesario pasar toda la superficie con una máquina de frotar. No lo sé; pero ahora, con todos los muebles puestos, resulta complicada una operación que levante mucho polvo (aunque tal como muele el edificio, igual tampoco es para tanto). También a toro pasado veo que hubiera sido una buena idea haber hecho una mejor limpieza de paramentos, pues existen a simple vista un montón de juntas disgregadas y feas, de cal, yeso y hasta tierra, y a veces fragmentos medio sueltos de piedras. Pero en medio de las operaciones hay cosas en las que no se repara, o a las que se da una importancia menor que después de haber terminado. Supongo que la experiencia la iremos ganando con el tiempo.

Vista desde el otro lado.

Vista del espacio desde el lado opuesto.

Como colofón a las obras propiamente dichas, se pintaron algunas paredes que no son de piedra, lo mismo se hizo con algún techo (en el que han vuelto a salir unas extrañas manchas cuyo origen no acabamos de tener claro), se barnizaron las ventanas existentes -porque no se cambió ninguna-, se rellenaron huecos entre marcos desencajados y muros, se condenó una entrada, idem con una acometida de agua, se renovaron las cerraduras de la puerta que iba a ser el único acceso. A finales de julio de 2012 el espacio estaba preparado para empezar a traerlo todo (incluyendo los nuevos escalones y la barandilla de madera). Así se hizo, aunque el proceso se alargó más de dos meses entre unas cosas y otras, como veremos.

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Terminado y funcionando (IV)

Al mismo tiempo que se hacían los pequeños remates de albañilería, se colocaron las nuevas luminarias. Sólo para la planta baja, aunque la instalación eléctrica y las luces de emergencia se han renovado en todo el espacio. Como en la idea originaria del proyecto no estaba acondicionar y disponer para la exposición los pisos de arriba, la partida destinada a la iluminación no llegó. Una lástima, porque la diferencia de consumo y de confort es notable: los antiguos focos (creo que halógenos) de un montón de vatios de arriba son fuertes, y gastan una barbaridad. En cambio, las lámparas LED que hemos puesto abajo, de 15 y 25 vatios, además de ahorrar, proporcionan un ambiente mucho más interesante desde un punto de vista estético; es una luz cálida amarillenta que hace muy bien dentro de un edificio de piedra. Además, la emisión de radiación perjudicial para los colores de los documentos antiguos es muy baja en los LED. Eso sí, el precio de estas nuevas lámparas era alto, no son simples bombillas de bajo consumo, desde luego; pero creo que merece la pena.

Vista del espacio con los focos.

Con los focos encendidos, pero todavía no bien orientados.

Los focos se han dispuesto en cuatro canales colocados en el techo (atornillados a la estructura de madera). Se pueden quitar y poner de unos a otros, y son orientables en ángulos bastante amplios. Lo incómodo es que para cualquier modificación hay que subirse a una escalera alta. Como lo ajustado del presupuesto obligaba a malabarismos (o sea, a poner la menor cantidad posible), los canales se han colgado en puntos desde los que la luz puediera llegar a casi cualquier parte; aun así, hay rincones menos iluminados y zonas de sombra (lo irregular de la planta del edificio también lo pone difícil). Aunque se originan efectos realmente bellos (buscados, que conste), como el que producen dos de los focos arrojando su luz sobre el intradós del arco-bóveda, tal y como se ve en una de las fotos de la primera entrada (I) de esta serie dedicada al museo.

Sistema de lamas en el ventanal.

Las lamas medio abiertas en la ventana que fue antaño puerta.

Para completar el control de la luz, quería poder limitar al máximo la entrada desde el exterior. Y para eso era necesario tapar el gran ventanal en arco apuntado (antiguo paso transversal dentro del conjunto de la puerta-torre que permitía el acceso y la salida de viandantes). La idea era poner un sistema de lamas móviles, con motor incoporado, pero casi desde el principio los de la empresa que nos lo pusieron (única que nos envió presupuesto de todas a las que se lo pedí, y creo que casi la única que hace este tipo de cosas) me dijeron que con una palanca para accionar a mano era más que suficiente. Yo mismo tomé las medidas (porque nos cobraban si las venían a tomar ellos) y con algo de incertidumbre esperé que nos lo colocaran. Hubo suerte, y la pieza encajó perfectamente, considerando que tenía que ajustar sobre paramentos lejos de la planeidad absoluta. Este elemento resulta muy útil (y tampoco fue precisamente barato): con las lamas abiertas, entra casi toda la luz que se metía antes de colocarse; y con las lamas cerradas, conseguimos dejar casi en total oscuridad la planta baja del edificio, lo que permite utilizar el espacio como escenario de pequeñas charlas con proyecciones.

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Terminado y funcionando (III)

Dejamos el otro día los tubos negros al descubierto, y fue una agradable sorpresa verlos (o no verlos) cubiertos ya por la plancha de piedra. Se reutilizaron muchas de las levantadas previamente, y sólo hubo que añadir unas pocas, exactamente del mismo tipo, tamaño y acabado, que se venden en un pueblo de al lado (Villodrigo); es piedra caliza natural, muy blanca cuando se corta a sierra, pero abujardada ofrece un acabado y una sensación visual más agradable. La verdad es que me dio alegría ver el resultado, porque temía que se notase demasiado el borde nuevo, y las cajas empotradas para los enchufes, de color gris, quedaron bastante bien integradas. La pena es que son de plástico, y el tiempo ha demostrado que también algo frágiles en sus partes más menudas. Sin contar el hecho de que se llenan de tierra e incluso telarañas (es difícil imaginar cómo pueden vivir ahí dentro los bichos). Pero la electricidad y cualquier otro cable tenían que ir por el suelo, no había otra opción. Sé que hay soluciones de superficie que asumen y potencian la diferencia, como láminas perforadas de acero inoxidable, por ejemplo, que hacen las veces de zócalo “moderno” ocultacables en edificios históricos en los que no se pueden tocar paredes ni suelos. Pero prefiero esconderlo casi del todo.

Pormenor del suelo ya con la zanja cubierta.

Así quedó el suelo con la piedra repuesta y las cajas empotradas.

Se utilizó cemento para poner las losas, y también para todo lo demás. Desde siempre nos dicen que con piedra (en edificios antiguos en general) hay que usar cal para hacer el mortero. Y yo siempre lo propongo. Pero no consigo encontrar ningún albañil que dé saltos de contento cuando se lo digo. Siempre me ponen las excusas de que es más cara y más difícil de trabajar, lo que no deja de ser cierto. Y me ponen delante un saco de estos cementos modernos de “color hueso” que son impermeables pero transpirables, y raspando con un cepillo de púas cuando se seca, queda igualito que la cal. Para los monocapas de toda la vida, pero se supone que mejores y para siempre jamás. No sé. El caso es que, una vez más, me acabó dando igual, porque tampoco se trataba de hacer un aparejo nuevo ni nada importante. Aparte de las piedras en el suelo, sólo se necesitó mortero para tapar una antigua ventana, pequeños remates y rejuntar un poco algunos rincones del edificio; y más que por imposiciones de la pared, por ocultar otros rejuntados antiguos de cemento gris (que o se tapan con algo por encima, o picas y picas sin descanso con el riesgo de llevarte por delante medio muro); lo malo es que se ve demasiado el contraste de color.

Saco de cemento utilizado.

Este es el cemento empleado en los rejuntados.

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Terminado y funcionando (II)

Como decía, la ejecución de todo (y también la planificación de buena parte, porque al final las circunstancias mandan) no llegó hasta 2012. Durante las semanas previas se habían adjudicado algunos capítulos de obra de manera individual; no quería encargar todo a los mismos, la naturaleza del proyecto no lo aconsejaba. Seguro que habrían aparecido empresas que ofertaran el completo, tanto la obra civil como la fabricación e instalación de la museografía, pero yo, personalmente, no me fiaba (eso de las subcontratas puede estar bien, o no). Así que la albañilería se dio a un albañil, la electricidad a un electricista, las lamas del ventanal a una empresa que se dedica sólo a eso, y así con todo. Era la única manera de conseguir controlarlo todo: ser el vínculo entre todos los participantes, o así lo pensaba, y sigo pensando. A cambio, eso sí, mucho más trabajo, llamadas, visitas. Y siempre con el presupuesto como espada de Damocles: no quería pasarme ni un céntimo.

Vista del espacio antes de la intervención.

Así estaba el espacio, más o menos, antes de empezar.

La cosa empezó en febrero. Lo primero que se hizo fue sacar todos los trastos del sitio. Había muchas cosas inservibles, casi podría decirse que basura. Es lo malo de que un espacio (y peor si es un monumento) se consolide como trastero oficial: que luego es difícil volver atrás. Lo que sí servía, tuvo que moverse a otros locales municipales. Una vez vacío, empezaba lo más sucio y ruidoso: la zanja por el suelo junto a la pared para la nueva instalación eléctrica, y el agujero para las nuevas tomas de tierra. Quería reaprovechar al máximo las losas ya colocadas, y por eso los cortes se hicieron a veces en paralelo al muro, y a veces en escalones, siguiendo en lo posible las juntas de las piezas. Todo salía bien; la sospecha de que pudiera haber una plancha de hormigón por debajo fue infundada, sólo era tierra. Este trabajo lo hicieron entre el albañil y los trabajadores que contrata el pueblo para cosas diversas. A continuación llegó el electricista, que puso las dos picas como a un metro por debajo del nivel del suelo, y empezó a extender tubo de color negro por las zanjas. Y al mismo tiempo decidimos la ubicación concreta de cada toma de corriente y red, y por dónde iban a pasar los tubos que tenían que subir a los pisos de arriba. Siempre buscando esquinas que se vieran poco.

Zanja y tubos de plástico en el suelo.

La zanja perimetral con los tubos y una caja.

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Terminado y funcionando (I)

Más de treintaiún meses después, vuelvo a hablar de mi museo. Como podrá suponerse, ya está terminado; desde hace un año. O a lo mejor no es inmediato suponer tal cosa, viendo el ritmo que llevaban los trabajos (según mi propio testimonio en la última entrada sobre ello) o el ritmo socioeconómico general de este país nuestro. Bueno, en cualquier caso, todo llegó a materializarse, y ahora, con la perspectiva que da el paso del tiempo, se puede hacer un balance. Pero antes hay que hacer un resumen, que deberá tener cierta amplitud, valga la paradoja.

Imagen del arco-bóveda del interior de la torre del reloj.

Así queda el arco-bóveda del interior de la torre del reloj, a la luz de los dos focos LED que la iluminan

La última vez que pasé por aquí con el tema (30 de abril del 11), en realidad no teníamos casi nada. Había hablado con el Museo de Palencia y con el párroco. Terminé un Plan Museológico que, aun con el desapasionamiento de la distancia temporal, creo que me sirvió muy bien de base conceptual, y muchos de cuyos objetivos se han cumplido o se están cumpliendo. Teníamos 49 “fans” en Facebook, ahora 358. No teníamos Twitter; ahora sí (desde julio de 2012). Y poco más. En los meses siguientes la cosa no avanzó demasiado (y quizás por ello me fui olvidando de esta tribuna de pensamientos). Contactos con instalador eléctrico. Contactos con empresa de carpintería de lamas regulables. Contactos con empresa de museografía. Más contactos con párroco, obispado y Museo de Palencia. Pero todo esporádico. Realmente, hasta 2012 no comenzó de veras el proceso, un proceso que se alargó casi todo un año, y que consumió casi todas mis energías, para ser sincero. El trabajo de supervisor total es gratificante cuando se trata de algo que te gusta, en un lugar que te gusta. Pero te agota mentalmente si se prolonga tanto, por pequeño que sea el proyecto. A toro pasado se ve de otra manera, claro. Lo iremos comprobando.

Imagen del cartel esterior del museo.

Y así estuvo el cartel exterior durante unos seis meses, hasta que se puso de nuevo la cadena rota

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AR&PA 2012: primer día

Es una de las cosas buenas que tienen los eventos de este tipo. Tras unos cuantos meses de silencio, volver a retomar este humilde colector de pensamientos se lo debo a AR&PA. Hoy se ha inaugurado la feria (o bienal); mañana empieza el congreso, al que me he apuntado. Pero esta vez estaré atento a todo lo que tiene lugar fuera del salón de actos ocupado por los congresistas; y hoy ya empezaba lo bueno. A los que pagamos la asistencia se nos facilita la entrada a la feria, pero como eso no es hasta mañana, hoy había que buscarse la vida. Conseguí entradas con facilidad, pero era mucho más sencillo: por internet puede acreditarse cualquiera como profesional. Supongo que entrar en AR&PA es casi como comprarse un coche de marca Renault en Valladolid: raro es pagar el precio entero.

Tuve ocasión de entrar un rato ayer, cuando todavía estaban montando los pabellones. La verdad es que el mundillo de la arquitectura efímera pierde bastante de su encanto si uno se fija en el proceso. Todo prisas de última hora, y lo que acaba pareciendo un tabique-escultura, en realidad es un compendio de maderos, cartones, telas y algo de pintura. Y muchos de esos materiales se acaban tirando a la basura después. Pero hoy ya estaba todo terminado y pulcro; demasiado pulcro; los espacios vacíos superan a lo lleno; esto de la crisis afecta, y una buena parte de quienes están presentes casi casi lo hacen obligados; y el diseño, en algunos rincones, brilla por su ausencia. Pero AR&PA es un gran escaparate para el gobierno autonómico, y eso garantiza su continuidad, aunque sea cada vez con menos.

Pabellón de la bienal AR&PA 2012Ignoro la razón por la que el programa de actividades que circularon ha cambiado sensiblemente a ultima hora. Me ha tocado pulular durante un buen rato hasta que me he hecho con un programa actualizado. La consecuencia mala, aparte de un pequeño desfase en mis previsiones, ha sido la pérdida de una de las conferencias, que creo que se dará otro día. Pero la buena ha sido que he tenido unos minutos para apuntarme a uno de los talleres sobre la cal de Laurent Coquemont, reconocido experto (en teoría y, sobre todo, práctica) en materiales de construcción no industriales, para el domingo, y hasta he hablado un rato con él. Me ha hecho ilusión.

Lo interesante de AR&PA (habrá tiempo para hablar de lo no interesante) es la heterogeneidad (cada vez menor, ciertamente). Hay cuatro pequeños sitios para las conferencias, hay pabellones institucionales y empresariales, y hay minitalleres de artes y oficios. Lo primero a lo que asistí fue una exposición del Institut Valencià de Conservació i Restauració de Béns Culturals (IVC+R) sobre restauración textil; puede que a un arquitecto eso no le toque muy de cerca, pero nunca se sabe cuándo puedes tener la posibilidad de examinar unos ropajes litúrgicos y decidir si están en condiciones de exponerse en alguna capilla de una iglesia; los arquitectos hacen de todo, y es mejor tener al menos una pequeña idea.

Pabellón de la bienal AR&PA 2012Después me he metido a ver qué decían los del Instituto del Patrimonio Cultural de España. Sólo era un charla informativa, pero como estoy pendiente de algunos asuntos que los conciernen (el Plan Nacional de Arquitectura Defensiva, por ejemplo), quise ver si me enteraba de alguna cosa útil. Los recortes presupuestarios les afectan mucho; eso quedó claro.

Luego estuve viendo qué ofrecía la empresa Tecnum, que no conocía de nada. Es una consultora-ejecutora más, y el tema sobre el que trataron no me aportó nada nuevo (estudios integrales previos a una restauración, y tal), pero al menos me he enterado de que existe, y además uno de los que hablaron coincidió conmigo en la carrera.

A continuación, he visto la presentación de un sistema de sofware modular fotogramétrico creado por el GIFLE de la Universidad Politécnica de Valencia. La eterna confrontación entre el escáner láser y la fotogrametría por pares de puntos. Parece que las diferencias en precisión son pequeñas, y una cámara de fotos la tiene cualquiera, pero lo del sensor inercial y demás aparatos queda bastante lejos de mis posibilidades. Además, sigo pensando que el levantamiento gráfico no es lo más importante en un proyecto de restauración.

Pabellón de la bienal AR&PA 2012Me ha gustado lo que nos ha contado la empresa Kimia. En el fondo tampoco era nada nuevo (refuerzos de estructuras murarias a base de relleno de cal hidráulica) pero han sido los únicos que han ofrecido algo de documentación (al menos, unos folletos publicitarios) y un boli de regalo. Y como parece que este año me he ido derecho a la cal, pues he aprendido cosas interesantes, como que el mortero bastardo (cal con cemento) transpira peor que el de cemento solo. Es decir, o cal, o cemento.

Y por último, porque era ya el único que quedaba hablando, me he acercado a donde se presentaba una revista llamada Atticus, especie de blog cultural que ha derivado en publicación física, sobre papel. Esperemos que tengan suerte.

Pabellón de la bienal AR&PA 2012Me he perdido bastantes cosas; una lástima que haya tantos sitios en los que se hable a la vez (y también que hayan cambiado el orden de las intervenciones). Mañana empieza el congreso, y espero no equivocarme optando por las ponencias y comunicaciones en vez de por las cosas más diversas que se ofrecen en la bienal. Lo decidiré sobre la marcha.

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Y lo último, de momento, sobre la catedral de Palencia

Los últimos quince años han sido bastante movidos para este monumento. Se han hecho muchas cosas; unas por dentro y otras por fuera; unas por arriba y otras por los lados; unas notorias y otras ocultas. Pero la actividad ha sido constante, y la documentación generada como consecuencia de ello es enorme; o debe de ser enorme; o así tendría que haber sido. Supongo. Porque apenas ha trascendido nada de todo ello. Incluso las intervenciones más destacadas (y caras) sólo han sido noticia breve y ocasional. Las dos últimas (restauración de la capilla de las reliquias y transformación de la fachada oeste) no han tenido más difusión que una escueta exposición con fotos y dibujos dentro de la propia catedral, en un rincón.

La multiplicidad de promotores que han puesto dinero y el proverbial recelo hispano entre los mismos no ayuda a estas cosas. Aparte de lo complicado que resulta saber a ciencia cierta todas las actuaciones llevadas a cabo al amparo del plan director (y fuera de él) en este tiempo, no tengo constancia de que se haya editado ningún monográfico ni reseña conjunta con carácter divulgativo de las vicisitudes recientes de la catedral (la revista Ars Sacra le dedicó una parte de su número 34 en el año 2005), ni que sea posible acceder a prácticamente nada de todo el material científico (investigación histórica, levantamientos gráficos, soluciones constructivas, diagnósticos de lesiones, tratamientos empleados, etc) que necesariamente ha tenido que producirse, y que estará durmiendo el sueño de los justos en algún polvoriento archivo. Sólo he podido encontrar en internet un par de cosas; la primera, apenas un comentario sobre la fotogrametría del ábside que hicieron los de la Universidad de Valladolid a finales de los 90; y la segunda, unas imágenes y un vídeo de la modelización que hicieron sobre las fachadas norte y oeste los de la empresa Topocal, S.L. para los últimos proyectos de restauración.

Todas estas cosas así, en bruto, podrían cautivar a un cierto público, quizás en principio no muy amplio; pero convenientemente contadas, ordenadas y emplazadas, creo yo, serían material interesantísimo (como se hace en otros sitios) en ayuda de un monumento como esta catedral, que parece querer subirse últimamente al carro del turismo, aunque con poco tino. Y eso que el precio, 2 euros, es insignificante frente al coste de la entrada a cualquier otro edificio histórico o museo que reúna tantas bellezas como las que ofrece la Bella Desconocida.

Entrada para acceder a la catedral

Entrada, de papel normal y corriente, para acceder a la catedral

Los 2 euros son precio, no un “donativo”, porque no son un regalo, una dádiva ni una cesión para fines benéficos o humanitarios (como lo define el diccionario de la RAE). Yo prefiero que pongan las cosas de verdad, o que no pongan nada. No se han devanado mucho el seso en el diseño del papelito, que, por lo demás, es fino y poco apto para su buena conservación. Y el precio no incluye folleto, tríptico ni plano para la visita, que siempre es algo que todo visitante agradece: la posibilidad de sentirse autosuficiente para recorrer el lugar, y la sensación de llevarse algo material como recuerdo, todo ello sin gastar más que una vez.

Evidentemente, la catedral de Palencia, los que la “gestionan”, han de reflexionar sobre las posibilidades que tienen al alcance de la mano para el redescubrimiento del edificio, y darse cuenta de las mejoras (sencillas y baratas) que necesitan introducir para cambiar diametralmente la percepción del visitante.

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Cambios de aspecto: la catedral de Palencia (II)

El cambio operado en el claustro de la catedral de Palencia, al fin y al cabo, no se ve desde fuera, razón por la que podría comprenderse el desconocimiento de su existencia, aunque en diez años tiempo ha habido. Mucho más reciente, casi de ahora mismo, es la transformación de la fachada oeste, que presenta desde hace menos de un año una imagen singularmente renovada, y no precisamente por otra de esas típicas limpiezas con láser o chorro. Además, en este caso, y al contrario que en el claustro, la problemática ha sido la de añadir, en vez de sustraer.

El cambio ha consistido en la modificación de los hastiales de las naves laterales, sustituyendo la línea horizontal en la que culminaban, y que era la del alero de un faldón de cubierta, por un cuerpo triangular, en forma de medio frontón, y que ha supuesto además la eliminación de ese fragmento de tejado que desaguaba hacia el oeste. Los nuevos hastiales son de piedra, y en su resolución formal se ha optado por una textura similar a la de la piedra antigua, pero tachonada de oquedades e incisiones en vertical y horizontal, en una idea de rematar sin acabar, según el propio arquitecto, en referencia a la realidad histórica inconclusa de la fachada.

Fachada oeste de la catedral hasta 2010

Aspecto que mostraba la fachada oeste hasta 2010 (1)

De todas formas, la decisión de cambiar el aspecto plástico de la fachada no ha sido gratuita, ya que se tiene constancia documental (y además, con fotos) de que en los años 60 del pasado siglo los hastiales laterales presentaban el mismo acabado formal inclinado, aunque con diferente material (tierra). Así pues, en realidad, para muchos palentinos no deberá significar sino una vuelta a lo que conocieron en su momento, si bien con una presencia, sin duda, mucho más potente. Y no se puede negar que la imagen impone ahora mucho más que antes, con las tímidas cornisas horizontales.

Fachada oeste de la catedral

Aspecto actual de la fachada oeste

No podemos saber cuál fue la idea proyectual de la fachada, allá por mediados o finales del siglo XVI. Visto cómo se habían desarrollado las obras a principios de ese siglo, en un gótico florido ya muy tamizado por el plateresco, no parece lógico que se mantuviera una concepción de fachada con torres simétricas en los flancos, como en el gótico pleno, teniendo en cuenta, por añadidura, que ya había una torre extraordinariamente sólida hecha o a medio hacer. En esas fechas se avanzaba a toda velocidad en las dos grandes catedrales tardogóticas del entorno, las de Salamanca y Segovia, y nos encontramos con que en las dos la fachada occidental, es decir, la de los pies, se remata con un cuerpo vertical culminado en ángulo correspondiendo a la nave central, y dos cuerpos laterales más bajos, coronados con una línea recta de cresterías. O sea, la misma solución formal que tenía nuestra catedral hasta hace unos meses, y que quizás fue lo que impulsó el pensamiento de quien tomó la decisión de realizar el cambio hace cinco décadas.

Hastial lateral

Hastial de la nave de la epístola

Sea como sea, el caso es que los cambios que ha experimentado en tan poco tiempo la catedral de Palencia no tienen parangón en ningún otro gran templo antiguo de las cercanías (digamos España), al menos desde la nueva ciencia (y conciencia) de la restauración (de unos treinta años hacia aquí). La puerta que abrió Chueca Goitia en esa misma fachada en 1980 se quedó a medio hacer y presenta por ello un importante problema de escala. Cambios, decía, fruto de un plan director que ha generado distintos proyectos de restauración que, a diferencia de lo que sucede en muchos otros monumentos, han intervenido de manera evidente en el aspecto de la catedral. Habrá que ver cómo responden al paso del tiempo los nuevos “trozos” de fachada, y si resisten las colonizaciones orgánicas. Pero era el momento idóneo para haber aprovechado la ocasión y haber “vendido” la catedral casi como un monumento renacido, pero no se ha hecho. Haré una breve reflexión sobre el asunto en la próxima intervención.

Fuentes de las fotografías:

(1) http://es.wikipedia.org/wiki/Archivo:Exterior_Catedral_Palencia3.JPG

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