Al mismo tiempo que se hacían los pequeños remates de albañilería, se colocaron las nuevas luminarias. Sólo para la planta baja, aunque la instalación eléctrica y las luces de emergencia se han renovado en todo el espacio. Como en la idea originaria del proyecto no estaba acondicionar y disponer para la exposición los pisos de arriba, la partida destinada a la iluminación no llegó. Una lástima, porque la diferencia de consumo y de confort es notable: los antiguos focos (creo que halógenos) de un montón de vatios de arriba son fuertes, y gastan una barbaridad. En cambio, las lámparas LED que hemos puesto abajo, de 15 y 25 vatios, además de ahorrar, proporcionan un ambiente mucho más interesante desde un punto de vista estético; es una luz cálida amarillenta que hace muy bien dentro de un edificio de piedra. Además, la emisión de radiación perjudicial para los colores de los documentos antiguos es muy baja en los LED. Eso sí, el precio de estas nuevas lámparas era alto, no son simples bombillas de bajo consumo, desde luego; pero creo que merece la pena.
Los focos se han dispuesto en cuatro canales colocados en el techo (atornillados a la estructura de madera). Se pueden quitar y poner de unos a otros, y son orientables en ángulos bastante amplios. Lo incómodo es que para cualquier modificación hay que subirse a una escalera alta. Como lo ajustado del presupuesto obligaba a malabarismos (o sea, a poner la menor cantidad posible), los canales se han colgado en puntos desde los que la luz puediera llegar a casi cualquier parte; aun así, hay rincones menos iluminados y zonas de sombra (lo irregular de la planta del edificio también lo pone difícil). Aunque se originan efectos realmente bellos (buscados, que conste), como el que producen dos de los focos arrojando su luz sobre el intradós del arco-bóveda, tal y como se ve en una de las fotos de la primera entrada (I) de esta serie dedicada al museo.
Para completar el control de la luz, quería poder limitar al máximo la entrada desde el exterior. Y para eso era necesario tapar el gran ventanal en arco apuntado (antiguo paso transversal dentro del conjunto de la puerta-torre que permitía el acceso y la salida de viandantes). La idea era poner un sistema de lamas móviles, con motor incoporado, pero casi desde el principio los de la empresa que nos lo pusieron (única que nos envió presupuesto de todas a las que se lo pedí, y creo que casi la única que hace este tipo de cosas) me dijeron que con una palanca para accionar a mano era más que suficiente. Yo mismo tomé las medidas (porque nos cobraban si las venían a tomar ellos) y con algo de incertidumbre esperé que nos lo colocaran. Hubo suerte, y la pieza encajó perfectamente, considerando que tenía que ajustar sobre paramentos lejos de la planeidad absoluta. Este elemento resulta muy útil (y tampoco fue precisamente barato): con las lamas abiertas, entra casi toda la luz que se metía antes de colocarse; y con las lamas cerradas, conseguimos dejar casi en total oscuridad la planta baja del edificio, lo que permite utilizar el espacio como escenario de pequeñas charlas con proyecciones.