Cambios de aspecto: el castillo de Matrera

O más bien las ruinas del castillo; y no es solo una torre, hay también una muralla exterior con cubos, aunque todo es más visible desde el aire que desde el suelo. Hace unos meses se habló bastante de este monumento, y el motivo es bien conocido por cualquiera que vea de vez en cuendo los informativos de la tele (o internet). Una restauración calificada de “polémica“, “masacre“, “chapuza“, “desastre“… incluso desde Gran Bretaña (y más países, sólo hay que tomarse unos minutos en buscar). Pero que recibe premios. Es lo que tiene un cambio de aspecto tan fuerte: comentarios y críticas por doquier (muchos más si se le da tanto bombo en los medios) y también, a veces, reconocimiento de buena práctica.

El autor ha sido el arquitecto Carlos Quevedo Rojas, que explica un poco la idea del proyecto en su web (bastante justificadamente según mi opinión, aunque muy apegado a las convenciones al uso) y se defiende de las críticas, también razonadamente, diciendo que no es la primera vez que se siguen criterios similares, y que se ha evitado un “falso histórico” y se han empleado los materiales de que está hecho el original. Además, desde la administración autonómica se aprobó y controló la obra, y esto no es cuestión baladí: muchas veces se oye decir “¿cómo no le han prohibido hacer eso?” cuando en realidad la administración promotora ha revisado a conciencia y dado su visto bueno. Si hubiera culpables, estarían en un lado y en otro; y también en el de los dirigentes políticos, que no solo de funcionarios son las responsabilidades de la cosa pública.

Vaya por delante que yo no lo habría hecho así, incluso siendo consciente de que me salto buena parte de esos principios teóricos que nos enseñan en las escuelas o que aprendemos leyendo libros. Pero lo que se ha ejecutado cumple con buena parte de ellos (no con todos, porque es casi imposible): diferenciar claramente lo antiguo de lo nuevo -esto a rajatabla-, intervención mínima -en el fondo sólo se ha consolidado una ruina, no se ha reconstruido-, deseo de recuperar la historia del monumento evidenciando su volumen y su acabado originales y sus momentos constructivos -por eso las formas rectas, el enfoscado continuo y la línea de ruptura en la parte superior, por encima de las almenas-. Podrá acusársele al arquitecto de otras cosas, pero no de arbitrariedad ni de falta de reflexión.

De lo que sí puede acusarse a algunos medios o personas es de transmitir información sin el debido contraste y sin saber lo que muestran. Porque la imagen que se ha hecho pública con profusión del “antes y después” de este castillo necesita explicación. Pongo como ejemplos este, este y este, pero seguro que hay más. En todos ellos, en el “antes” hay una torre prismática con cuatro paredes (o la foto está tomada desde donde parece que hay cuatro), y en el “después” resulta que está la obra terminada… con pared y media. Y eso no es porque se lo hayan cargado: en realidad el torreón estuvo a punto de desaparecer por completo poco antes del trabajo; en cualquier otro sitio lo hubieran abandonado a su suerte, diciendo que solo quedaban cuatro piedras. He logrado encontrar estas imágenes del verdadero “antes”, para comprobar su lastimoso estado. En resumen, solo han salvado unas pocas ruinas de venirse abajo totalmente; casi ni llega a la categoría de restauración (dicho sea sin intención peyorativa).

Es ciertamente extraño que el propietario de las ruinas se haya gastado el dinero en una simple consolidación (sin rendimiento económico previsible, al menos inmediato). Hay casos en que se han hecho reconstrucciones de castillos casi completas para convertirlos en hoteles y no han puesto el grito en el cielo (quizás porque utilizan piedras y almenitas que “parecen” de verdad). Aquí no lo han hecho así, aquí han intentado hacer una restauración seria, a lo mejor demasiado seria, y difícil de comunicar. Entrando en detalles, las aristas tan fuertes, las líneas tan rectas o el acabado tan liso podrían ser objeto de discusión (de discusión más allá de la simple opinión personal). Como digo, yo lo habría hecho de otra manera (me enfrento a algún problema común en la muralla de Palenzuela y opté por soluciones distintas). Se trata de eso, de optar, pero optar después de pensar reposadamente, y de aprender durante años.

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Sobre concursos

Hace poco más de un mes (el día 16 de noviembre) se resolvió la primera fase del Concurso de Arquitectura de la Fundación Richard H. Driehaus. Esta institución, creada por la persona que le da nombre, se ha propuesto, según la presentación de dicho certamen, “promover la práctica de una arquitectura y un urbanismo que preserven y den continuidad a las tradiciones locales”, para lo que se “premiarán y difundirán propuestas que trabajen en base a su tradición arquitectónica local y su particular identidad y que contribuyan a generar una estructura urbana más bella, coherente, sostenible y socialmente integradora”. Para saber más sobre la fundación, se puede entrar en su web (que está en inglés). Y en la del propio concurso para conocer de primera mano sus entresijos y las bases. Baste decir que entre los organizadores figuran los ministerios de fomento y educación, y el consejo superior de los colegios de arquitectos de España, para otorgar un voto de confianza a la iniciativa.

La primera fase consistió en la novedosa acción de atraer a posibles candidatos a ser el escenario o el objetivo del concurso: los destinatarios de ella eran fundamentalmente instituciones (municipales) que tenían que autopresentarse y promocionarse, ofreciendo una propuesta que cumpliera las condiciones de las bases. Hubo hasta noticias en prensa dando publicidad a la idea. Tras enterarme por casualidad de la convocatoria del concurso (y de la existencia al mismo tiempo de la fundación) se me ocurrió un pequeño pueblo, Tabanera de Cerrato, de unos 100 habitantes, en el que llevo trabajando poco más de un año, que podría ajustarse bien al perfil de lo que se pedía: arquitectura tradicional, apoyo ciudadano, posible impacto en la comunidad. En este pueblo existe un trozo (lo llaman barrio de abajo) que se abandonó hace décadas y hoy es una extensión de ruinas en donde la vegetación confunde las parcelas particulares con el viario público, que carece de cualquier tipo de urbanización. Como un pequeño pueblo fantasma, aunque en mitad de la comarca del Cerrato palentino en vez del desierto de Nevada. En los últimos tiempos, el ayuntamiento y las gentes del lugar han fijado sus ojos en esa zona, y no se resignan a que se termine de perder, aunque no va a ser nada fácil actuar ahí por el propio estado de las ruinas, muy estropeadas, y por el régimen de propiedad, siendo las parcelas de gente particular, a la que imagino que será muy difícil localizar en algunos casos, por cuestiones de herencias y tal; seguramente haya solares que pertenezcan hoy a gentes que no han pisado el pueblo en su vida.

Vista del barrio de abajo de Tabanera

Vista de una calle del barrio de abajo de Tabanera de Cerrato

Bueno, el caso es que propuse al ayuntamiento la participación del pueblo en esa primera fase del concurso, que podría suponer un impulso publicitario para el municipio y el propio barrio, con la finalidad de atraer la atención de quienes tienen la posibilidad (económica) de ayudar en la tarea. Y este aspecto es muy importante. Porque la segunda fase (el concurso de ideas propiamente dicho) consiste en, una vez decididos los tres emplazamientos, la convocatoria en sí para que los arquitectos presenten sus proyectos. Y los ganadores (los autores de las propuestas) recibirán un premio, pero las bases explican claramente que los patrocinadores del concurso no asumen los costes de la ejecución, que eso es cosa de los municipios. Y no me parece ni mal ni bien; es algo que está ahí, simplemente; lo dicen las bases, y ya está. Pero da la sensación de que los medios de comuniciación, o no se han leído las bases, o no las han entendido, o directamente han preferido ofrecer un titular equívoco. Porque cuando se ha resuelto la primera fase lo que se ha transmitido a la gente es: nuestro pueblo ha ganado un concurso que rehabilitará tal o cual, o un millonario filántropo restaurará esto o lo otro. O sea, algo que nos cae llovido del cielo, como aquí, aquí o aquí. Y si ya me parece mal que el viandante no esté bien enterado de lo que puede o no puede pasar, sería mucho peor que las administraciones afectadas (cada uno de los tres municipios) no supiesen que tienen un importante y difícil trabajo que hacer, que empieza ahora precisamente, y que es encontrar los fondos suficientes para hacer realidad su proyecto. Y conociendo nuestra idiosincrasia, mucho me temo que al final todo se quede sobre el papel, o a medio hacer. Y la ilusión que pueda haberse generado caiga en saco roto.

Mi propuesta, aunque no ganó, parece que gustó al jurado (o eso dijeron, pero no sé hasta qué punto). El problema fue que la intervención inicial era fundamentalmente de mejora del espacio público, hacer visitable el barrio de abajo con la mínima intervención. Y eso no iba a ser muy visible después. Incluso se nos sugirió que introdujéramos un elemento de nueva construcción (un edificio), cosa que hicimos, aunque de muy pequeña escala y en una zona casi residual, porque no hay parcelas de propiedad municipal. Pero no fue suficiente, y los seleccionados fueron pueblos en los que las propuestas tenían un componente visual y una presencia mucho más potentes, y se podía intervenir en amplias zonas que pertenecen a los ayuntamientos. En cualquier caso, Tabanera sigue intentando “rescatar” el barrio de abajo, y sigo dándole vueltas al asunto, con la idea de enlazarlo con el pequeño pero bien conservado barrio de bodegas del pueblo, como conjuntos singulares de patrimonio etnológico. Espero poder contar algo en breve.

Portada de la propuesta de Tabanera

Portada de la propuesta para la participación de Tabanera en el concurso

También estaré pendiente de la segunda fase del concurso. No para presentarme, porque es de suponer que la convocatoria, internacional, atraiga gente mucho más capaz que yo de hacer cosas interesantes (y sobre todo de saber venderlas gráficamente), y también es verdad que tengo asuntos más urgentes que atender. Pero veremos si de aquí a un año, cuando ya se haya terminado todo y, en teoría, se esté trabajando en hacer realidad los proyectos ganadores, hay noticias concretas o todo está sumido en un profundo olvido.

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AR&PA 2016

No sé si será bueno o malo mover este modesto cajón de reflexiones al ritmo de algo que sucede cada dos años. Seguro que ni lo uno ni lo otro. Me gusta sentirme animado a retomar mis “cosas de restauración” cada vez que asisto a ARPA, aunque la emoción se diluye a los pocos días entre la realidad cotidiana. Pero mi inconstancia puede tener cualquier excusa menos la falta de temas interesantes para traer por aquí, mías o de otros, casi a diario. Lo volveremos a intentar, aunque sea una o dos veces por mes. De momento, mis impresiones de la última bienal.

Imagen del vestíbulo del centro cultural Miguel Delibes durante la pasada AR&PA.

Imagen del vestíbulo del centro cultural Miguel Delibes durante la pasada AR&PA.

Quizás fue solo sensación mía, pero me pareció que aumentó (un poquito) la asistencia al congreso. No sé si en ello influyó que por primera vez la inscripción era gratuita. En cuanto al título, “Patrimonio inteligente, territorio inteligente”, un poco ni fu ni fa. No sé muy bien lo que es eso, aunque pretenden explicarlo. No estoy muy de acuerdo en que esa “inteligencia” esté tan abocada a la deshumanización y a la hipertecnologización (permítaseme el palabro) como quieren hacernos creer; me resisto a pensar que un monumento deba estar permanentemente “latiendo”, “online”, “emitiendo”, para estar vivo, para existir. Es una tendencia que se nota desde hace años en los responsables del congreso (unida al autoabastecimiento económico), y es algo frente a lo que yo me posiciono desde el primer momento. Pero no es solamente un posicionamiento, es también (o lo intento) un modo de obrar: una persona con verdadero saber y verdadera pasión por un monumento no podrá jamás ser sustituida por un cartel explicativo ni por el más sofisticado sistema “inteligente”. La interactuación humana es necesaria. Y siempre que explico el museo del pueblo, o la iglesia, o las rutas urbanas, la gente se queda contenta, mucho más que leyendo carteles, con audioguías o con tablets de realidad aumentada. Hace falta sentirlo, claro, y entusiasmo; sin eso, de poco sirve la buena intención.

Algunas ponencias y comunicaciones me gustaron bastante (no estuve en todas), aunque echo de menos la mesa redonda con intervención de los asistentes que se suprimió ya la pasada edición. Por resumir un poco, me parecieron de cierto interés la recreación de la iglesia del monasterio de Mave (Palencia) utilizando BIM y nube de puntos (es decir, escáner láser), en la que se supone que el auxilio de la geometría virtual complementa las limitaciones del BIM para construir monumentos; la verdad es que no me quedó muy claro cómo se entremezclan las dos cosas. Indagando un poco, he encontrado que se trataba de un trabajo fin de máster de una ingeniería, por lo que espero tener tiempo para salir de dudas.

También me gustó, por curiosidad más que otra cosa, la iniciativa de fabricar los instrumentos musicales medievales que aparecen en la portada policromada de la colegiata de Toro; es un proyecto en el que la lutería es la protagonista, pero auxiliada por expertos en arte medieval y en geometría.

En la región de Apulia, en Italia, han inventado un sistema de control de la vulnerabilidad estructural de los “trulli”, que son viviendas tradicionales con cubiertas cónicas de piedra. Empleando diferentes técnicas no destructivas (escáner láser, georradar, termografía) se analizan la geometría y el estado interno de esas cubiertas, se elabora un índice de vulnerabilidad, y se realiza una clasificación que prioriza la restauración de las que se encuentran en peor estado, aunque ese estado no sea evidente a simple vista.

Y para finalizar, la empresa Factum Arte explicó todo el proceso de reproducción de la tumba de Tutankamón, desde el escaneado de las superficies hasta su materialización por técnicas sustractivas y la aplicación del color por medio de láminas superpuestas. Está colocada junto a la tumba real, en el Valle de los Reyes.

Aparte del congreso, el interés está en resto de conferencias diseminadas por diferentes espacios dentro del edificio. Por citar algunas sobre las que procuraré ampliar información: el empleo de realidad aumentada en el monasterio de Cluny realizada por la empresa francesa Paztec; pequeñas charlas técnicas sobre monumentos restaurados o arqueología (catedral de Segovia, trasaltar de la catedral de Burgos, iglesia de Santa María en Madrigal de las Altas Torres, mezquita de Tórtoles en Zaragoza, muralla prerromana de Coca); iniciativas cuasiparticulares interesantes y con pocos medios (monasterio de Rioseco en Burgos); cosas sobre patrimonio del llamado inmaterial (ermitas y devociones); proyectos polifacéticos de carácter regional (Vale Varosa en Portugal, que fue el que se llevó el premio AR&PA).

En fin, unos días intensos y que despiertan viejas ilusiones escondidas de un restaurador que quiere restaurar.

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Restaurar una muralla (y VIII de momento)

Como terminé diciendo en la anterior entrada, faltaba todavía el remate final, y comprobé que la última operación iba a ser decisiva en el acabado y la percepción del resultado de la intervención, más de lo que en un principio imaginaba. Y eso me lleva a creer que la forma en que se acaba una obra de restauración vale tanto o más que todo el celo puesto desde el principio, y no sé si será bueno o malo. Como seguíamos (lógicamente) apretados por los plazos, y como no teníamos cal, decidimos también utilizar el cemento para el rejuntado. Las condiciones sólo eran dos: dejar las juntas remetidas claramente, y conseguir una textura lo más granulada posible y un color en la masa lo más “tierra” que se pudiera.

Trabajos de cepillado y rebaje de las juntas, después de que el mortero endureciera lo suficiente.

Trabajos de cepillado y rebaje de las juntas, después de que el mortero endureciera lo suficiente.

Lo primero no era difícil, bastaba con decirlo y ejecutarlo. Para lo segundo había que realizar alguna prueba. Con la referencia cromática del propio relleno original del muro, se hicieron mezclas con cemento gris convencional y tres tipos de arenas, hasta llegar a un color que podríamos considerar como de la tierra natural del lugar, un marrón clarito, para entendernos. Las cautelas hacia el empleo de cemento convencional para rejuntados se centran en la transpiración (también en la resistencia, que no es nuestro caso). Pero viendo que la proporción de cemento no iba a ser muy grande, que las juntas no resaltarían y que eran de unas dimensiones pequeñas en comparación con las piezas, y que estas eran piedras viejas y ya curtidas a la intemperie, confío en que no habrá ningún problema a medio plazo, puede que incluso ni a largo (estoy casi convencido).

Remate lateral izquierdo de la nueva hoja con las juntas ya rellenas y cepilladas.

Remate lateral izquierdo de la nueva hoja con las juntas ya rellenas y cepilladas.

Una vez que las juntas están rellenas y rebajadas, el aspecto final es muy distinto. El aparejo pierde esa rareza que presentaba antes, el color general del conjunto es más claro (las juntas vacías son oscuras), y el aspecto final es muy parecido al que me había imaginado en la fase de proyecto. En la distancia corta, el mortero de las juntas aparece mucho mejor acabado de lo que suele ser habitual en los trabajos con piedra que se ven por el pueblo, con una textura uniforme, rugosa, granulada, y su protagonismo se reduce al no compartir plano con la superficie pétrea. Creo que el muro evidencia que está restaurado, que se ha hecho algo en él, pero la nueva hoja exterior se integra muy bien en una idea general de lo que pudo haber sido la muralla en el pasado, y no resalta sobre los tramos plenamente originales (aunque se encuentran alejados, todo hay que decirlo).

Aspecto del tramo recién terminada la intervención.

Aspecto del tramo recién terminada la intervención.

El ojo medianamente experto y atento apreciará también que las piezas son diferentes en tamaño a las auténticas de otros tramos del lienzo, y las juntas algo más anchas, lo que hace “sospechar”; pero en ningún momento se ha intentado ocultar que hemos metido mano. En ese sentido, se han respetado mucho más que en otros sitios las directrices internacionales convenidas desde hace muchos años ya en operaciones como esta: no hemos “reconstruido”, como es cada vez más habitual ver por ahí, paradójicamente. Creo que hemos restaurado bien (lo que no impide la crítica razonada, desde luego, y aprender de las cosas que me han gustado menos). Todavía falta por hacer algo más, y quizás podamos también aprovechar este impulso para iniciar un verdadero programa de recuperación de la muralla, pero daremos cuenta de ello más delante, si es que consigo hacer valer mi criterio.

Aspecto del tramo casi un mes después de terminada la obra por la cara extramuros.

Aspecto del tramo casi un mes después de terminada la obra por la cara extramuros.

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Restaurar una muralla (VII)

Como la cal se nos había acabado, y apenas nos quedaban unos días para terminar la obra y justificar el gasto, no quedó más remedio que renunciar al mortero con el que habíamos ejecutado la parte inferior de la hoja, y emplear un hormigón de cemento convencional como relleno para continuar subiendo. Sí, la teoría nos habla constantemente de que el cemento tiene un montón de sales solubles y es más rígido y menos adaptable a los movimientos, y tarde o temprano acaba evidenciándose la incompatibilidad con muchos otros materiales. Pero todo tiene sus matices. Habiendo empleado la cal hidráulica en la zona baja, allí donde el ascenso de agua desde el suelo y el salpiqueo de la lluvia son más probables y, por tanto, los ciclos de humedad y secado más constantes, por lo menos aseguramos que la piedra y su aspecto externo van a permanecer más estables. En la zona alta, donde la humedad del terreno no va a llegar y el agua de lluvia no va a tener muchos problemas en secarse, el cemento no debería llegar a dar problemas. A fin de cuentas, no estamos trabajando sobre una portada románica, y las masas y los espesores que manejamos nos permiten unos márgenes mucho mayores, y el material utilizado es ya viejo y lleva tiempo expuesto a la intemperie. Aunque siempre queda rondando la duda, debo admitirlo. El tiempo lo dirá.

Borde derecho de la nueva hoja.

Borde izquierdo de la nueva hoja.

Otra de las consignas que di fue adaptarse a la irregular geometría del tramo de muralla que estamos restaurando, sin crecer ni menguar nada, ni rectificar ni curvar. No creo que esto parezca singular ni extraño a casi nadie, pero a veces hay que lidiar con gente que, sin criterio alguno, tiene opiniones distintas, digámoslo así. Conseguí hacer valer mi opción y, de hecho, así se hará si conseguimos seguir adelante con el resto del lienzo: no nos inventaremos muralla donde ya ha desaparecido por completo, aunque haya existido sin ningún lugar a dudas; ni creceremos por encima de lo que hay, ni uniremos tramos separados. La muralla de Palenzuela es hoy una ruina, y así permanecerá, aunque intentemos detener o ralentizar el deterioro. Es una posición ideológica particular, pero que creo adecuada en este caso: el mantenimiento del valor inmaterial de la ruina, sumado al mantenimiento del valor material de lo que queda del monumento. En Palenzuela, el primero no es inferior al segundo, ya desde hace mucho tiempo.

Borde izquierdo de la nueva hoja, con la zona probablemente rehecha al contruir la nave aledaña.

Borde derecho de la nueva hoja, con la zona probablemente rehecha al construir la nave aledaña.

A un lado y otro del tramo no resultaba muy difícil ajustarse a la línea de borde marcada por lo existente; en ambos puntos, lo más delicado seguramente sean las labores de remate entre las juntas, para evitar que el agua se meta por dentro del muro, al quedar zonas sobre las que puede llover. Pero tampoco va a ser mucha la escorrentía que por allí resbale. En la zona superior el problema será el mismo, aunque agravado un poco por las heladas, al poder embalsarse algo de agua en los recovecos, por mucho cuidado que se ponga en evitarlos. Por eso hay que eliminar toda la vegetación que se ha acumulado y toda la tierra (y deben de ser unos cuantos kilos) antes de rematar bien por arriba. Aquí, por muy bien que se coloquen las piedras y se rejunten luego, va a ser difícil evitar que, andando el tiempo, se empiece a meter algo de agua y proliferen los musgos o cualquier otro organismo similar. Tampoco es algo extraño. Lo que hay que hacer es vigilar un poco de cuando en cuando, que no es tan costoso. Y algo de verde sobre el blanco-gris de la piedra queda hasta bonito.

Zona superior del tramo, con parte de los depósitos de tierra ya retirados.

Zona superior del tramo, con parte de los depósitos de tierra ya retirados.

Y con eso, la hoja siguió subiendo. Poco más de dos días tardaron los constructores en levantar más de medio muro y dejarlo como se ve en la siguiente foto. La verdad es que no me imaginaba que estos trabajos podían ir con tanta celeridad, pero también es cierto que las circunstancias eran apremiantes, y que si los mampuestos se llaman así y se utilizaron con tanta profusión, por algo fue. El aspecto final del aparejo tal y como se ve en la imagen me pareció un poco extraño. Es cierto que se aprecia una especie de regularidad irregular, que era lo que buscaba. Las piedras son quizás algo menores de lo previsto, en general; hay zonas con piezas más grande, y en otras partes son más pequeñas, pero casi todas son claramente prismáticas; las juntas quedaron algo más anchas de lo que me hubiera gustado, pero supongo que tampoco es fácil ajustar las piezas cuando las prioridades van por otro lado. Como he dicho ya varias veces, el proyecto propone y la ejecución dispone. Pero todavía faltaba el remate final, que veremos en la próxima entrada.

La nueva hoja ya casi terminada.

La nueva hoja ya casi terminada.

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Restaurar una muralla (VI)

No es buena época diciembre para hormigonar, y menos en un suelo con orientación noreste y en sombra casi permanente, pero como no tenemos que apoyar pilares (y tampoco tenemos plazo suficiente), si algo se llegó a helar el agua de la masa no va a pasar nada. Así que una vez firme el cimiento (coincidieron un fin de semana largo y otras circunstancias, y creo que pasaron cinco días después de echar la zapata), hay que empezar a levantar. En primer lugar, se marca una línea sobre el mismo hormigón endurecido que señale la cara exterior, de acabado. Nos hemos salido unos 25-30 centímetros de la vertical a uno y otro lado, que no es salirnos, sino recuperar el volumen original, que puede que fuera incluso una pizca mayor.

Lado derecho del muro y su guía.

Lado derecho del muro, sobresaliendo, y su guía.

Es necesario reseñar que en la esquina superior derecha del tramo que se restaura parece que hay un fragmento auténtico de la hoja exterior perdida, pero una observación atenta percibe el cemento que asegura esas piedras (tan envejecido y oscuro que engaña), y que en la parte inferior del muro hay cascotes del relleno que sobresalen más. Ese trocito fue retocado, seguramente, cuando se hizo la nave de al lado, de modo que lo ignoramos como referencia espacial para la restauración actual, pero lo asumimos como intervención de un pasado reciente, así que permanecerá en su sitio.

Un par de listones en los extremos, y una cuerdecita entre ambos, sirven para controlar la verticalidad del muro. En esta ocasión, a sugerencia de los constructores y con mi aprobación, se colocaron esas guías con un mínimo desplome hacia dentro, imperceptible a simple vista. Algo hará en favor de la estabilidad.

Lado izquierdo del muro y su guía.

Lado izquierdo del muro, sobresaliendo, y su guía.

Una de las cosas que también hubo que decidir antes de empezar fue el aglomerante que íbamos a usar. En proyecto había puesto mortero de cal, pero sé que no es fácil convencer a la mayoría de pequeños constructores locales. Fabricar artesanalmente una mezcla in situ de cal y arena, que era mi primera opción, no ofrecía confianza a los albañiles, y tampoco había tiempo para muchas probaturas. No obstante, insistí en utilizar la cal, y me comunicaron las dos marcas comerciales con que trabaja su proveedor que tienen cal: Weber y Puma. Mirando los catálogos, vi un mortero de cal hidráulica específico para fábricas dentro del Grupo Puma: el “Morcem Cal Muro“. Se trata de una mezcla ya preparada, con una dosificación de cal y arena de 1:1 aproximadamente; hubiera preferido algo más de arena, pero me di con un canto en los dientes por tener la oportunidad de emplear por primera vez un mortero de cal, aunque sea industrial. Además, quiso la casualidad que en la pasada AR&PA asistiera a una presentación de esa casa comercial, y tenía algún folleto en casa. Aun así, para acceder a los precios tuve que llamar por teléfono, porque no se encuentran en internet, o yo no he sabido hacerlo. El coste total depende de las cantidades encargadas, lógicamente; el precio unitario de un saco de 25 kilos es de unos 11 euros, por si a alguien le es útil. Claro, la misma cantidad de cemento convencional cuesta cinco veces menos, normal que se haya adueñado de todo.

Los sacos del mortero de cal preparado que se utilizaron.

Los sacos del mortero de cal preparado que se utilizaron.

Se hizo un pedido que tuvo que venir desde Madrid; fueron 168 sacos (4200 kilos), todas las existencias que tenían en esos momentos, y como el encargo fue realizado con unos días de antelación, al tiempo de echar el hormigón en la zapata, llegó en plazo, aunque a través de transporte especial (por lo visto, 168 sacos -menos de 3 palés- no son nada, y un camión no se mueve para tan poco; cosas que uno no sabe hasta que no las experimenta en carne propia). Como era de prever, es más difícil trabajar con la cal que con el cemento; cuesta un poco más amasar y tarda también más en endurecer, los constructores se dieron cuenta enseguida, pues nunca lo habían hecho. El color de la mezcla es gris (eso también fue una sorpresa para mí), y clarea algo al secarse.

Las piedras recibidas con el mortero de cal, que también se ha empleado como relleno.

Las piedras recibidas con el mortero de cal, que también se ha empleado como relleno.

A la hora de ejecutar la fábrica, las consignas fueron pocas y claras: piedras viejas, pero con una geometría cercana al prisma; de un tamaño aproximado al original; un aparejo más o menos regular, imitando el existente en otros tramos del lienzo; juntas estrechas, que se vea mucha más piedra que llaga, y rehundidas. El objetivo era diferenciarnos de las intervenciones que se llevaron a cabo hace décadas con piedras irregulares y juntas anchas y toscas, y lograr un acabado general más cercano a lo que debió de ser. Se utilizaron las piedras del desplome que puedieron reunirse (pocas, ya lo vimos), algunas que se encontraban en superficie junto a otros tramos de la muralla, y el resto -la mayoría- eran piezas acopiadas por los contructores para sus trabajos, de procedencia dispar. El espacio entre la hoja exterior y el relleno existente se colmataba al mismo tiempo con el propio mortero de cal y cascotes irregulares de diverso tamaño, haciendo una especie de hormigón antiguo, aunque sin tanta tierra y guijarros como el original. En el proyecto contemplé la inclusión de varillas de acero inoxidable para garantizar mejor la unión entre lo nuevo y lo viejo, pero creo que no son necesarias; en su lugar, sin que tampoco yo diera instrucciones precisas al respecto, los albañiles colocaron algunos redondos de armar que intentaron clavar en el relleno, formando ángulos en distintas direcciones, para que quedaran embebidos en la cal. Como van a estar sobradamente rodeados por piedras y mortero, y no creo que lleguen a tener nunca una función tractora, no va a pasar nada; si no, hubiera evitado su instalación.

Aspecto del tramo durante la ejecución de la nueva fábrica.

Aspecto del tramo durante la ejecución de la nueva fábrica.

Con la cal que teníamos se pudo levantar cosa de metro y medio de hoja, puede que algo más; poco menos de la mitad de la altura del tramo. Hacía falta otro cargamento, y esta vez tenía que llegar con urgencia. Pero encargándolo un viernes no nos garantizaban el porte hasta mediados de la semana siguiente (martes por la tarde, que ya sería el miércoles), y no había tiempo, así que hubo que tomar una decisión, asumiendo una vez más las circunstancias y rebajando las exigencias del proyecto inicial. Al fin y al cabo, como comenté, la ejecución es una cosa distinta, y siempre hay que acabar renunciando a una parte de lo previsto.

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Restaurar una muralla (V)

En cuanto supe de las nuevas circunstancias y fui consciente de su posible trascendencia, incluso antes de la llegada de los papeles oficiales (para las urgencias, siempre mejor llamar por teléfono e insistir todo lo que haga falta, sin ningún reparo), me puse en contacto con el arqueólogo Javier Abarquero, que es de un pueblo de la comarca (Vertavillo); ya nos conocíamos y, por cercanía y conocimiento previo del lugar, pensé que sería la persona idónea. Fue él quien me avisó de que su propuesta de actuación tendría que pasar también por la comisión de patrimonio antes de la ejecución pero que, dadas las prisas y la escasa entidad de la intervención en el subsuelo, podría ser suficiente con hacer llegar los documentos previos necesarios al servicio territorial, presentarlos ante la ponencia técnica y, de forma verbal, obtener un consentimiento de las personas que los han de supervisar antes de pasarlos a la comisión. Siempre y cuando se fuera a hacer todo de la forma debida: nunca empezar antes de que se registrara oficialmente la solicitud ante el organismo correspondiente, y contar con la presencia del profesional durante la excavación. Todo se tramitó a la mayor velocidad, y en unos pocos días estábamos preparados para comenzar. Pero hubo un fallo, del que daré cuenta en otra ocasión, ya que todavía nos encontramos con las manos en la masa y prefiero no dar excesivos detalles acerca del asunto, por si acaso.

Zanja para ejecutar el cimiento, durante la inspección del arqueólogo.

Zanja para colocar el cimiento, durante la inspección del arqueólogo.

Y por fin se empezaron las obras. Salieron muy pocas piezas procedentes del derrumbre de la hoja del muro cuando se limpió el suelo antes de excavar. A simple vista, parecía que iba a haber más, pero no; los montones sólo eran de tierra, matojos y porquería; seguramente hace ya años que se llevaron las piedras. Así que las que se sacaron fueron a un pequeño montón para aprovecharlo después, aunque harían falta bastantes más. Una vez excavados alrededor de 30 centímetros de profundidad, se vio que se alcanzaba suelo duro, virgen, y el cimiento, muy escaso, iba sobresaliendo de la vertical de la pared. Eso nos da cuenta de que el muro (como debe ser) se sostiene en equilibrio por su propia masa y sin necesidad de unas bases subterráneas profundas, ya que la roca se halla muy cerca de la superficie. También nos informa, con un cierto margen de error, de la posición de nacimiento de la hoja perdida, aunque eso también puede saberse, con parecida posibilidad de equivocarse, gracias a los grosores de los tramos de muralla que han conservado todo su espesor; me imagino que habrá cierta regularidad en este aspecto (dos metros, por dar una cifra redonda).

Proceso de ejecución de la zapata (foto de los constructores).

Proceso de ejecución de la zapata (foto de los constructores).

Ya que teníamos el dato, decidimos entonces recuperar la anchura original (algo sobre lo que no había reflexionado durante la redacción del proyecto, debo admitirlo) aunque sobresaliera de las construcciones a uno y otro lado del tramo (no son valiosas, por lo que no me preocupa). Incluso me pensé la posibilidad de prescindir de la zapata de hormigón armado, ya que el suelo parecía (y seguro que es) suficientemente sólido, pero entonces habríamos tenido que asegurarnos y haber hecho un pequeño talón con mampuestos y mortero, como si fuera un hormigón antiguo, para ensanchar un poco la base de apoyo. Y como ya estaba la ferralla preparada, me curé en salud (cuatro redondos del 12 con estribos del 6; poco van a hacer si hay algún asiento del terreno, pero bueno, muy raro será). Apoyar directamente sobre la superficie lisa y terminada de hormigón siempre es más fácil, y al fin y al cabo no se va a ver, estamos restaurando un muro, y con unas personas del propio pueblo, que nunca lo habían hecho (como tampoco lo había hecho yo antes), no seamos tan categóricos. Eso sí, quedó tan al borde el hormigón (porque había tan poca profundidad que a duras penas se cubría el hierro, y me parece que por debajo quedó pegando en algunas zonas al terreno y a los bordes de las piedras, lo que no me gusta nada) que después vamos a tener que taparlo de alguna manera con tierra.

La zapata ya terminada.

La zapata ya terminada.

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Restaurar una muralla (IV)

Las decisiones plasmadas en el proyecto (la ejecución es siempre otra cosa) han sido esencialmente las siguientes: en primer lugar, actuar integralmente en el pequeño tramo 2 del lienzo, construyendo una nueva hoja exterior sobresaliendo ligeramente con respecto a lo que hay a uno y otro lado (una nave y una tapia), saneando la cara intramuros eliminando antiguos rejuntados y llagueados de cemento y un viejo enfoscado de cuando hubo una especie de caseta adosada (no sé cómo estará de estropeada la piedra que hay debajo), y rematando bien la superficie superior para evitar la penetración de agua. La nueva hoja exterior tendrá un pequeño cimiento corrido convencional (zapata de hormigón armado), y se hará con la propia piedra desplomada y con piezas procedentes de derribos o majanos; piedra ya vieja en todo caso. El aparejo deberá parecerse al que debió de existir, y tenemos ejemplos en otros tramos del lienzo. Habrá un relleno que solidarice la hoja con el núcleo existente, realizado con mortero de cal y piedras de distinto tamaño, a modo de hormigón antiguo, a lo que se sumarán varillas de acero dispuestas en ángulo que refuercen, si se puede, la unión, aunque la fuerza de la gravedad y la propia irregularidad de lo que queda creo que garantizan una cohesión suficiente.

Plano de proyecto; actuación en el tramo 2.

Plano de proyecto; actuación en el tramo 2.

En segundo lugar (y como hay que llegar hasta el gasto máximo disponible) se actuará en el tramo 3, el más largo. No va a haber dinero suficiente, así que aquí se hará lo que se pueda. Concretamente, he planteado una suerte de parche justo por encima de lo que se hizo nuevo hace décadas, para evitar el aumento de la erosión en esa línea de intersección; un cordón gordo, de algunas decenas de centímetros de alto y unos 30 metros de longitud, de mortero de cal ejecutado a pelladas, para que entre mejor en las oquedades, en espera de que en un futuro próximo se pueda aplicar otra solución con carácter definitivo (no sé si también reconstruir la perdida hoja exterior). Para separar de forma más evidente lo que hagamos ahora y el murete de hace cincuenta años, planteo un babero de plomo a modo de albardilla por encima con la idea de que ofrezca a la vista una línea oscura horizontal que, en caso de que alguna vez se ponga piedra (y, por lo tanto, el plomo se tape por encima) sirva de testimonio diferenciador de las sucesivas intervenciones.

Plano de proyecto; actuación en el tramo 3.

Plano de proyecto; actuación en el tramo 3.

Pues con todo eso, sin haber entrado en detalles que tampoco son de especial relevancia, tenía acabado el proyecto a primeros de octubre. Lo titulé “restauración de urgencia”, convencido de que vamos a restaurar en todo el sentido de la palabra. La única duda, ya lo comenté en la primera entrada, era si podría suponer alguna dificultad administrativa, ya que la subvención se solicitó para una “reparación”, pero me comentaron que no tendría por qué. El caso es que, pese a ello, en la comisión territorial de patrimonio de noviembre se tramitó con el nombre de “reparación”; supongo que desde el ayuntamiento simplemente reprodujeron lo que venía en el papel de la subvención. Bueno, es una insignificancia. Lo que es menos insignificante es no saber (y asumo las culpas como responsable de tener todas estas cosas en cuenta) que, al mismo tiempo que se envía un proyecto con remoción de tierras para que lo autorice patrimonio, hay que adjuntar la solicitud (y propuesta de actuación) para el control arqueológico que deberá llevar un profesional del ramo. No lo teníamos, de modo que, aunque se nos dio de paso el proyecto, nos requirieron esa documentación antes de comenzar. Y como esa documentación también tiene que aprobarla la comisión, era plantarnos a mediados de diciembre sin poder tocar nada. Y estamos obligados a terminar la obra antes de fin de año. Otro inconveniente que había que solucionar.

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Restaurar una muralla (III)

El proyecto realizado no ha sido nada innovador. Ni en la organización formal de los documentos (esquema normalizado habitual de memoria, anejos a la misma, pliego, seguridad y salud, presupuesto, planos) ni en las opciones que he tomado. No había tiempo para ello, ni era tampoco necesario; al fin y al cabo, es (debería ser) un papel que ayude a solucionar un problema, ni más ni menos. Y cuanto menos adorno, cuantas menos palabras haya que leer, cuantas menos líneas haya que descifrar, mucho mejor. Consulté varios de los informes sobre restauración y CTE que circulan por ahí, y encontré bases donde asentar mi justificación para evitar la aplicación del código, acudiendo a las definiciones en los artículos 1 y 2 de la parte I. Una interpretación muy rigurosa podría poner en entredicho mi decisión, pero creo que me he mantenido dentro de lo lógico y razonable. Por lo demás, la memoria que redacté fue esencialmente descriptiva del estado del monumento y de las actuaciones propuestas, con brevedad (ni a doce folios llegó).

Plano de proyecto; tramo 2 del lienzo este.

Plano de proyecto; tramo 2 del lienzo este.

Me pareció interesante dedicar un pequeño párrafo a por qué tampoco se va a cumplir con algunas de las consideraciones comúnmente aceptadas en las restauraciones. Para empezar, la obra es difícilmente reversible (la idea es solidarizar al máximo lo nuevo con lo antiguo); y va a ser imposible recuperar el aparejo exacto que existió en su momento (aunque se va a imitar el que todavía persiste en algunos tramos del lienzo, y con parte de las piezas originales; un pequeño remedo de anastilosis coherente y mesurado). La verdad es que me planteé la posibilidad, como en algunas otras restauraciones hechas sobre ruinas, de ir en plan brutalista y meter un hormigón clarito de textura continua (a lo mejor con encofrado de madera) para resaltar a lo bestia la intervención, pero creo que la diferencia sería extrema y en el pueblo no se hubiera visto bien; y estructural y materialmente tampoco es necesario, la muralla todavía existe, no hay que crearla. Según voy creciendo en edad y en conocimiento voy afirmándome en mis ideas de que la restauración debe consistir en arreglar las cosas sin que apenas se note: esa tendría ser la mejor forma de dejar constancia de nuestro propio tiempo.

Plano de proyecto; tramo 3 del lienzo este.

Plano de proyecto; tramo 3 del lienzo este.

Los restos de la muralla de Palenzuela permiten identificar claramente un fragmento que he llamado “lienzo este”, de unos 230 metros (con discontinuidades), que se prolonga desde el castillo hasta un punto en que ya se pierde todo resto del muro, en sentido sur-norte. Esta zona pertenece, según mi hipótesis, al primer recinto amurallado de la villa, que fecho a finales del siglo XI o principios del XII (gracias a un probable impulso real por parte de Alfonso VI), aunque no puedo descartar que lo conservado sea fruto de refacciones posteriores sobre el mismo emplazamiento. A su vez, este lienzo presenta cinco tramos de construcción original, separados por rupturas-vacíos o por otras construcciones intrusas. La obra principal tendrá lugar en el tramo 2 (de menos de 10 metros), y algo se va a intentar hacer en el tramo 3, el más largo, con unos 70 metros, sobre el que se superpuso una nueva hoja exterior en la parte inferior hace varias décadas. Se da la circunstancia de que la muralla hace también de muro de contención en ese tramo 2, y casi la mitad de su alzado está por debajo del nivel del suelo de la parte intramuros (que es el cementerio del pueblo). Ello es evidente a simple vista, aunque hasta después de terminar el proyecto no me cercioré hasta qué punto; cosas de ir demasiado rápido, o de no sistematizar mejor la toma de datos (medidas). No va a ser relevante, porque no hay dinero para hacer todo lo que habría que hacer, aunque pudo haberlo sido.

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Restaurar una muralla (II)

Para hacer el proyecto, me puse a buscar información general que completara la que ya tenía; es decir, que intenté hacerme con algo en lo que fijarme o, admitámoslo, algo que copiar, y es posible hallarlo en internet si se busca, por ejemplo, “proyecto restauración muralla”. Mucho no es más que información puntual divulgativa sin relevancia técnica ni ideológica, pero echándole media horita se pueden encontrar cosas útiles. La urgencia del trabajo me hizo dirigirme especialmente a documentos acabados, es decir, proyectos más o menos completos. Uno interesante para lo más instrumental es este pdf sobre un tramo de la muralla de Huesca, que además nos ofrece un precedente para obviar la aplicación del CTE en una obra de restauración, algo ciertamente delicado. O este de Caravaca de la Cruz, en el que sí aparece memoria justificativa del cumplimiento o no de las diferentes partes del CTE. O este de Jerez de los Caballeros (y este, este, este y este), extensísimo. También es posible encontrar cosas sobre planes directores (no mucho), informes arqueológicos, estudios históricos; vamos, que hay para entretenerse. Me interesaron este viejo artículo sobre las murallas de Niebla y esta actuación sobre la muralla de Ronda, porque las decisiones tomadas fueron verdaderamente arriesgadas (no digo ni buenas ni malas, de momento), y me pueden servir de referencia si alguna vez hay que hacer algo parecido en el castillo del pueblo (sobre restauración de monumentos hechos con tierra hay cada vez más información disponible, mucha de ella todavía teórica).

Fragmento del levantamiento del lienzo este de la muralla.

Fragmento del levantamiento del lienzo este de la muralla.

La información previa con la que contaba eran muchas fotos (poco sistemáticas), y un levantamiento gráfico en autocad (marca registrada) del castillo y una buena parte de la muralla que realizó tiempo atrás el delineante Jesús Castejón, gracias a un programa de colaboración docente en el que me introdujo un amigo, y que me ha resultado bastante útil aunque haya tenido que retocarlo, para componer y ajustar mejor las dimensiones y las proporciones, y realizar yo mismo una parte de la cara intramuros (sólo se hizo la extramuros, pero a distancia y con el único apoyo de fotografías, pese a lo que el resultado fue más que digno, algo que sinceramente agradezco a su autor; hay que repensar si de verdad son tan necesarias las tecnologías más actuales de láser, drones y tal, cuando unas buenas fotos, con un poco de cabeza y un programa de ensamblaje -para 2D o incluso para 3D-, ofrecen buenas alternativas). La documentación histórica, como es habitual, prácticamente no existe, aunque para una actuación de urgencia como la nuestra me parece más relevante la observación, el sentido común y la mesura que intentar justificar las decisiones de otra manera.

Y también contaba con la memoria valorada que, al menos, me evitaba partir de cero en la reflexión sobre la solución del problema: proponía reconstruir la hoja exterior del tramo de muro sobre el que se va a actuar. Sé que esto de las reconstrucciones es delicado, se ha utilizado discrecionalmente y sin necesidad, y a veces los resultados son muy discutibles. No me gusta lo que acaban de hacer en la muralla de Cuéllar, donde quedaba lo suficiente de los lienzos originales como para que no hiciera falta poner almenas nuevas por doquier, y se han cargado el carácter del monumento; en cambio, en Urueña, donde se pusieron a reconstruir (o a “restaurar”) la muralla hace muchos años, ahora parece todo auténtico y la gente se lo cree. Pero la fragilidad (relativa, porque todo el mundo dice que ya lo ha conocido así) del material que está a la intemperie en Palenzuela, ese núcleo de cascotes, gravas y tierra suelta, apenas permite otra alternativa que poner algo por delante y por encima. Y así lo expliqué en el proyecto.

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