Restauración invisible

No me refiero con el título a ningún postulado teórico acerca de lo que debe o no debe significar una restauración en la actualidad. Más bien quiero decir que hay restauraciones que, partiendo con muy buenas intenciones, se quedan a medias en el mejor de los casos, o directamente se hacen invisibles, se pierden entre peregrinas decisiones e insoslayables limitaciones de los que tienen potestad para decidir, o sea, los que mandan, y el dinero.

La primera vez que me llegó la posibilidad de hacer algo más o menos asimilable a un proyecto de restauración fue también en Palenzuela. Hace un par de años, ante la insistencia de algunos vecinos, el ayuntamiento decidió subirse al carro de los teleclubes, esos locales hoy muy comunes en pequeños pueblos, multifuncionales en principio, pero que vienen a servir de bar, a grandes rasgos. La palabra aparece en el diccionario de la RAE, ante mi sorpresa. Bien; como el municipio es propietario de algunos inmuebles, se decidió a arreglar uno de ellos, en la Plaza Mayor, catalogado en el PECH (fachada de piedra y estructura de madera, aunque reformado ampliamente creo que a mediados del siglo XX), que fue antaño escuela, y hasta no hace mucho, consultorio médico (recuerdo haber ido alguna vez de pequeño); pero llevaba ya varios años vacío y cerrado, con las consecuencias que eso tiene.

Aunque el tema de teleclub sí, teleclub no, venía coleando de meses antes, la concesión firme de fondos (80.000 euros) llegó en febrero de 2009, y como es habitual, el plazo para entregar el proyecto terminaba tres o cuatro semanas después, en marzo. De modo que muy apresuradamente hube de hacer un trabajo lo menos incompleto posible, con un levantamiento gráfico bastante inexacto, y con cosas que nunca había hecho antes, como comprobar la resistencia de un forjado de madera existente, o ese documento básico del CTE que habla de la eficiencia energética de las instalaciones de iluminación (creo que toca por tratarse de la reforma un edificio con uso comercial o admistrativo). Incluso tuve que pedir ayuda a otro arquitecto. Aun así, quedé relativamente satisfecho con el resultado, al menos sobre el papel. Planteé la demolición de una zona de adobe muy deteriorada (que era además de reciente factura) pero conservé en su mayoría las estructuras originales de madera y de piedra; distribuí el espacio en cuatro áreas para asumir la propia forma de la casa, y metí la nueva escalera en una de ellas, creando una zona de doble altura frente a un muro de piedra.

Imagen del estado actual de la escalera junto al muro de piedra.

Sobre las vicisitudes durante el visado y en la diputación hablaré en otro momento, si es que me apetece. Digamos que las obras comenzaron más rápido de lo que yo creía, en noviembre del mismo 2009. Y ahí, in situ, no ocho meses antes, es donde algunos concejales del ayuntamiento empezaron a proponer cambios. La dirección de obra la llevaba un arquitecto de la diputación, de modo que yo ya ni pinchaba ni cortaba, pese a que las quejas me llegaban a mí. Y uno de esos cambios fue unir todos los espacios en continuo, para lo que había que tirar un muro de tapia de sesenta centímetros de grosor, previo apeo del mismo con la correspondiente estructura horizontal y vertical metálica, y su cimiento; en las dos plantas. También se cambió de sitio la escalera. Se modificó el acceso y se agrandó una ventana (cosa prohibida por el PECH). Y por no decir nada de las dificultades que iban surgiendo por errores de las medidas en planos y el mal estado de algunas paredes que se suponían de sólida piedra. La idea del proyecto se desfiguró por completo. Pero es uno de los riesgos que se corren cuando el promotor no está seguro de lo que quiere y el arquitecto tiene un pensamiento poco concurrente con la idiosincrasia del sitio en estas cuestiones del “patrimonio”. No sé cuánto dinero se fue en la barbaridad de kilos de hierro que ha habido que meter, pero es la principal causa de que, a día de hoy, la cosa esté manga por hombro, los 80.000 euros se hayan acabado, y haya que meter, de momento, otros 27.000. Ya he inspeccionado el estado del inmueble, y veremos a ver lo que puede hacerse.

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