El que no lee cosas es porque no quiere

Y que conste que yo soy el primero en asumir la culpabilidad de mi frecuente pereza para ponerme a mirar cosas sobre restauración. Antaño, cuando mi interés por estas facetas arquitectónicas era una manifestación evasiva ante la escasa motivación que me producían las asignaturas convencionales de proyectos y construcción (y otras más), me molestaba en rebuscar por las bibliotecas, a ver si encontraba libros que me contaran lo que no tenía manera de averiguar en la escuela. Y había bastantes, aunque mucho más orientados a una teoría repetitiva, basada en postulados que varían cada dos por tres, y muy poco útil más allá del aumento de la cultura general del lector. Era bastante más difícil encontrar publicaciones en las que se destriparan los proyectos de restauración: una breve reseña con los presupuestos teóricos del proyectista y la somera descripción de lo hecho, y una escasa aportación gráfica (y en pequeñito), eran todo lo que podía hallarse. ¿Y hoy? Confieso que no estoy muy al día, pero, aunque no sea mucho, algo hay para quien esté interesado, tanto en papel como en pantalla.

En internet, y una vez más a través de la nunca bien ponderada web del Ministerio de Cultura, se puede acceder a la revista Patrimonio Cultural de España. Apareció en 2009, y hasta el momento hay cinco números, todos ellos descargables gratis. También puede comprarse en papel, aunque no sé si sólo se puede pedir al ministerio, a cambio de 28 euros más gastos de envío. Son unas trescientas páginas misceláneas; algo más de la mitad suele dedicarse a “teoría”, pero las reseñas de restauración arquitectónica, aunque sean sólo una parte no mayoritaria, me parecen bastante completas.

También en internet y en papel, y también gratis, se ofrece la publicación de la Fundación del Patrimonio Histórico de Castilla y León, llamada Patrimonio. De objetivos y volumen más modestos que la anterior (el último número, el 43, tiene sesenta y seis páginas), es, no obstante, algo más señera, pues lleva editándose desde el año 2000. Su misión es más bien informativa y divulgativa, y se circunscribe, lógicamente, al ámbito de la comunidad autónoma. Se envía por correo a los “Amigos del Patrimonio” de la Fundación, pero a veces está disponible en algunas sedes de la administración.

En papel, fue pionera en nuestro país la revista Restauración & Rehabilitación. Apareció en 1994, como una iniciativa editorial privada que veía la luz cada dos meses; no sé muy bien qué sucedió, pero en 1997 se refunda y recomienza la numeración, con un impulso bastante ambicioso, pues pasó a periodicidad mensual; a principios de 2005 dejó de publicarse, y cuando se retomó la actividad, a finales de 2006, era ya el Instituto Universitario de Restauración del Patrimonio de la Universidad Politécnica de Valencia el que figuraba como editor, cuando hasta entonces se limitaba a dirección y redacción. Va sacando números sin un ritmo fijo; el último hasta ahora es de septiembre de 2009; los ejemplares rondan las ochenta o noventa páginas; estoy suscrito y me la envían a casa, y no sé si se vende directamente en comercios; supongo que sí, porque tiene el precio, 5 euros, puesto en la portada. Por más que he buscado, no he conseguido encontrar en internet números atrasados, y en papel están agotados.

El fundador de la anterior revista es también quien dio comienzo a otra iniciativa impresa, llamada Restauro, que comenzó en 2008. Hay nueve números publicados, de unas cien páginas, y poco puedo decir de ella porque apenas la he ojeado. Están disponibles para descargar los dos primeros ejemplares, y un capítulo de los restantes. Esta sí que se vende en librerías u otros lugares, al precio de 10 euros, y también es posible suscribirse, claro.

Nada de todo esto es la panacea universal. No sé por qué, pero me da la sensación de que en el mundo de la arquitectura, en general, hay demasiada reticencia a la hora de mostrar a los demás el trabajo propio, como si tuviéramos una conciencia de propiedad (¿intelectual?) sobre lo que decidimos, escribimos y dibujamos, y temiéramos que se nos robe. O a lo mejor es simple egoísmo, una excesiva interiorización de la competencia profesional. Otra de las razones que me lleva a escribir aquí.

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